No a l’ampliació del port de València
El territorio como campo de batalla
En València, la huerta está ubicada en un suelo que ha tardado miles de años en formarse, resultado de las diferentes crecidas y aportes de sedimentos del río Turia. Este paisaje y sus suelos, ricos en materia orgánica, son la cuna de toda una ciudad, y son símbolo patrimonial e identidad de todos los valencianos.
Las habitantes que han poblado estas tierras han cultivado alimentos, consideradas de una fertilidad extrema, y también las han habitado y cultivado, conviviendo durante muchas décadas de manera sostenible, construyendo canales, acequias y enriqueciendo el valor agronómico de la huerta con la riqueza patrimonial, etnológica y social, construyendo modos de vida completamente únicos y arraigados al territorio.
Los paisajes agrícolas, especialmente los periurbanos, son mucho más que tierras de cultivo. Atesoran un gran patrimonio cultural y etnológico, y ofrecen ejemplos de organización social completamente arraigada al territorio de un valor incalculable. Pero, además, en un contexto como el que vivimos en el que ya sufrimos los efectos del cambio climático, tienen un valor incalculable como zonas de infiltración de aguas, de regulación climática y refugios de biodiversidad. Mientras otras ciudades y regiones del mundo cambian su política territorial para restaurar este tipo de paisajes, los valencianos ya los tenemos, hemos convivido con ellos durante siglos, y ahora se ven gravemente amenazados. Inconcebible.
Durante las últimas décadas, en la ciudad de València, las grandes empresas y la administración han obviado completamente todos estos valores, contemplando este territorio única y exclusivamente como terrenos que explotar, hormigonar y fragmentar al compás del crecimiento de la insaciable industria global. Y esto ha sucedido de una manera especialmente sangrante en el sur de la ciudad, y en gran parte alimentando la enorme voracidad del Puerto de València.
Todo empezó en los años 60 con el desvío del río a un enorme canal de hormigón, abriendo la herida a partir de la cual la huerta sur se transformó en un terreno con el único valor de albergar infraestructuras de todo tipo. Esta obra faraónica y completamente desproporcionada, supuso la expulsión de una gran cantidad de familias y la primera gran fragmentación de la huerta sur de València, dejando vía libre para la ampliación sur del puerto de Valencia, que, en consecuencia, creció sobre la ciudad, hormigonó y robó la totalidad de la playa de Natzaret, dejando toda la zona sur sin el mar del que sus gentes habían vivido durante siglos. Pero no sólo eso: ese crecimiento imparable ha devorado incluso la propia desembocadura del Turia. Hoy en día, el Turia desemboca en una rotonda. Pocas imágenes muestran tan fríamente el desprecio por la cultura, identidad y naturaleza.
Este territorio fragmentado ha sido sistemáticamente maltratado a lo largo de décadas, con la instalación de una gran megadepuradora (de las más grandes de Europa: en València, tot lo més gran per a oferir noves glòries a Espanya!), construcción de carreteras, instalación de industrias, de depósitos de contenedores… dejando cada vez menos zonas de huerta en las que sus habitantes han tenido que sobrevivir y luchar con todas sus fuerzas para
defender su modo de vida ancestral.
Y, como siempre, el puerto, con su crecimiento y avaricia insaciable, acostumbrado a hacer y deshacer a su antojo, no se ha quedado satisfecho con robar la playa del sur y la
desembocadura del Turia, dejando a todas las habitantes del barrio de Natzaret completamente rodeadas de contaminación de buques, ruidos de grúas y productos tóxicos vertidos en el alcantarillado.
Tampoco se ha quedado satisfecho con la vergonzosa expulsión de las familias de la pedanía de La Punta y la destrucción de una de las zonas más fértiles de la huerta de València, que conectaba l’Albufera y la ciudad, para urbanizar una supuesta y muy necesaria Zona de Actividades Logísticas que, 20 años después sigue sin ejecutarse. Así de necesaria era.
El puerto, en su visión de la ciudad de Valencia y su huerta como meros apéndices de su actividad, pretende llevar a cabo una nueva ampliación al norte que supondrá, entre muchas otras cosas, la estocada final a las playas de l’Albufera, la multiplicación de la contaminación atmosférica de los buques y el tráfico de camiones, la necesidad creada por la misma ampliación de un nuevo acceso por el norte, destruyendo más huerta y más barrios de València… y todo ello, con el único propósito de incrementar la rentabilidad de unas pocas empresas.
Las vecinas de València decimos basta. Estamos hartas de que, el territorio en el que habitamos nos alimenta, nos proporciona bienestar y servicios ambientales, nuestra propia identidad, sea un mero recurso para el beneficio de unas empresas que están hipotecando nuestro futuro única y exclusivamente para su beneficio y para prolongar un modelo capitalista de explotación del territorio y los recursos completamente suicida. Más aun habiéndose declarado la emergencia climática.
Pedimos la paralización de la ampliación norte del puerto y la reversión del dique norte, la paralización y la recuperación de los terrenos de la ZAL para la ciudadanía, y la recuperación ambiental de todos los terrenos degradados de la huerta. No olvidamos batallas ganadas como la recuperación de la costa de El Saler, el Jardín del Túria o el solar de Jesuitas. Nadie pone en duda los beneficios de parar estos proyectos urbanizadores en beneficio de zonas verdes y naturales para la ciudadanía. Esto también lo vamos a parar, y las generaciones venideras nos lo agradecerán.
No a l’ampliació del port de València
Movimientos defensa habitatge/territori poblats marítims: